lunes, 14 de julio de 2008
LA ERA DE LA BOLUDEZ
MARIA ANTONIETA, DE SOFÍA COPPOLA. CON KIRSTEN DUNST. EE. UU. AÑO 2005.
Es sólo un brillante mundo culpable. Glenn Anders en La dama de Shangai.
Sólo ruido.
Tercera obra de la directora de Las vírgenes siucidas y Perdidos en Tokio, este ùltimo film es un gran salto de nivel de producción para Sofía Coppola, pero un retroceso en cuanto a su prometedora carrera. Basada, en términos generales, en María Antonieta, la última reina, biografía revisionista (ay) de Lady Antonia Fraser, esposa del gran Harold Pinter, el film se filmó en en Versalles con el protagónico de Kirsten Dunst (Entrevista con el vampiro, Spiderman 1 y 2), y Jason Schwartzmann. Pasemos ahora a una película que elude todo dolor mediante los métodos postmodernos de anestesia total.Lo primero que uno se pregunta es sobre los motivos que llevaron a la hija del querido Francis Ford a acometer esta obra empalagosa, redundante. El presagio que tiene el espectador es que luego de los diez primeros minutos, sólo verá más de lo mismo. El resto del film confirma ese sentimiento. Pero no hay que confundirse. La ausencia de curva dramática no obedece a la necesidad de instaurar una búsqueda sobre como funcionaría la narración, por ejemplo, sinó a una aparente falta de voluntad o de ideas. O de mala fé... Más bien no hay un interrogarse sobre nada. Al contrario, el universo de María Antonieta está dado dado ya por sentado, existe a priori, y lo único que puede hacerse, entonces, es recorrerlo en un continuo travelling conceptual y físico que se despliega para nada revelar. En este plato opíparo pero sin gusto alguno abundan las anécdotas, quizá en la creencia -errónea o peor, cínica- que un relato mínimo en su humanidad pero pleno de “climas” y lujo, se constrruye como la receta de un Imperial Ruso: acumulación sobre acumulación. Así desfilan un sinfín agobiante de detalles de época, de chusmeríos que fluyen alrededor de la Gran Reina; las rutinas de levantarse y vestirse en la corte; los opulentos banquetes de los cortesanos austríacos y franceses; los maquillajes usados en el siglo XVIII; las hemorroides del embajador austríaco; los vaivenes sexuales entre la adolescente María Antonieta y su marido Luis XVI. Un cuadro que se supone dibuja el fin de una época, pero aquí el arte vivo del dibujo está suprimido por el del pulido.
El mal cine es el que no tiene centro.
Y en este mapa irreal de la conciencia de la María Antonieta adolescente se vuelve imposible toda pretensión de anclaje en lo real. Lo inconcebible, en este film, no es el cambio del modo de enunciación sino en la imposibidad de fijar un centro que organice el relato. Un film sobre nada. Una ejemplo inmejorable de la elusión del punto de vista (focalización) y del arte de la manipulación.
Lecciones de historia para MTV.
Sorprende también la notoria ausencia de significado implícito de tipo político, social, personal. Es apenas una brillante cáscara vacía. Luego de la excelente Perdidos en Tokio, la directora parece estar a la deriva. O quizá quiso trasladar un tiempo mítico que ya casi forma parte del inconciente colectivo de la humanidad a esta era de banalización de todos los significados. El previsible resultado de esta perversa actualización es un pseudo-drama històrico para la generación del i-pod, del pendrive, y los reality shows de MTV; quizá está más cerca de los video-games con que la CNN narró la democrática cruzada de Exxon y Texaco contra el gobierno de Hussein. No hay profundidad, no hay emoción sincera. Lógico: tocamos un nervio muerto, sin sensibildad al dolor.
Cultura ascéptica de la Amebalandia actual.
Un relato hueco para la actual Blank Generation. Se podría arriesgar que la historia de Francia es apenas un decorado y Versalles un hotel para el jet-set del pasado, del futuro y del presente. La hora de las preguntas. ¿Sofía Coppola no supo, no quiso, o no pudo comprender las circunstancias sociales y políticas del tiempo que estaba narrando? ¿Es éste film un gran viedoclip ochentoso? ¿Era María Antonieta una boluda alegre? ¿Tiene María Antonieta algún significado embelmático para nuestro presente o es sólo una amena y liviana curiosidad , como puede serlo un antiguo vestido de esa época en la vitrina de un museo?
Forma y fondo.
Hay un error conceptual de base en este film, que lo hace fallido. Y es que se puede perfectamente hablar de la frivolidad sin ser frívolo, hablar de la superficialidad sin ser superficial. Ante los abundantes despistados que señalan que no debería ahondarse en las cuestiones sobre la personalidad y las circunstancias que vivió María Antonieta porque “no hay que olvidarse que se casó a los catorce años”; “¿qué se le puede pedir a una chica de esa edad, salvo pensar en chicos, en ropa, en zapatos?” ; o “ bueno, sí, vivía en una nube de pedos, ¿y qué?”, viene a mi memoria aquel delicioso film de Blake Edwards, Desayuno en Tiffany`s con Audrey Hepburn, basado en el libro homónimo de Truman Capote. Allí se trata el tema de la frivolidad, pero desde una mirada lúcida y trascendente, y el director jamás confunde el árbol con el bosque como en esta fruta abrillantada de Sofía Coppola: dulce hasta empalagar, aparentemente glamorosa pero berreta. "El lujo es vulgaridad", dice una canción de los Redondos.
Crítica.
Sorprende sobremanera como ha tratado la crítica argentina a este film. Y no me refiero a las críticas de los grandes medios, cómplices voluntarios o involuntarios de esta Era de la Boludez (como aquel disco de los Divididos), sinó a revistas como El Amante. Allì se la reseña en dos secciones: “a favor” y “en contra”. En la primera sección, se puede estar de acuerdo o no con los argumentos que esgrimen los críticos para denostarla; pero en la sección “a favor”, ni siquiera se puede refutar los conceptos allí vertidos. Pareciera que para comprender María Antonieta, hay que conocer las letras de las canciones de Bow Wow Wow (primer proyecto de Malcolm Mc Laren post Sex Pistols), The Cure, Siouxie & the Banshees, Flaming Lips, o The Strokes. O sea, hay que ser de la crema de la crema, estar en la cosa; y recién ahí, decodificar el film. ¿Hoy El Amante está comuesto por posers?
El estilo superficial.
María Antonieta es también la historia de un exceso en el amaneramiento estético y narrativo de Coppola hija. Podría decirse que esta tendencia ya era divisable en sus otros films, pero también es cierto que esta nueva película nos reenvía con una perspectiva totalmente diferente a las previas. En esta nueva película, los contrastes de sus films anteriores (un personaje en un medio ajeno, hostil, etc) en realidad ya han muerto. O sea, María... ha dejado de lado aquel sutil equilibrio que se mantenía incluso en un film tan hiperbólico como Las vírgenes suicidas. La directora se decidió a transformar definitivamente en un manierismo a ultranza lo que antes eran simples pinceladas. Ahí está todo, entonces, reducido a la falsa profundidad y a la aburrida superficialidad de una cuestión de estilo, a una imprevisibilidad inocua que en realidad no significa nada porque en el fondo no importa si significa algo o no. Por eso, los personajes no son otra cosa que simples macciettas, ùltimo firulete artificioso del estilo.
Frialdad.
Y esta afectación de las imágenes no sería tan dramática si no fuera porque la película padece de una una frialdad que se transforma en el correr de los minutos en pura y simple frigidez. Esta frialdad deriva de una simple razón: María Antonieta no es la historia de la Historia: es la historia de una idea. El exceso de cálculo y de inteligencia es lo que es lo que bloquea definitivamente la expresión en el film: escenas que tendrían que emocionarnos nos dejan fríos, apenas resbalan en la superficie de nuestra sensibilidad. Uno imagina a Sofie demasiado de vuelta, demasiado cerebral, demasiado concentrada. La locura adolescente sobre el helado plano de unas coordenadas totalmente cartesianas. La claridad inútil de una página en blanco, un banquete de signos que se niegan.
Eduardo Chinasky
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